La cara oculta del corazón

La cara oculta del corazón 2ª edición

Las cosas no son siempre lo que parecen, las personas tampoco.

Me resulta especialmente gratificante escribir historias cortas, lo que yo llamo ‘mini novelas’. He disfrutado creando esta serie de historias que recreo en “La cara oculta del corazón”. También he tratado de reflejar en el título genérico del libro, todo un contenido de pasiones, en esa parte, no siempre oscura, a veces luminosa del corazón humano.

En estas historias variopintas, con personajes y ubicaciones muy diferentes entre sí, podréis encontrar aquello que nos une como especie, esa cara oculta, esa parte escondida que a veces nos sorprende dentro de nuestra propia piel. Las cosas no son siempre lo que parecen, las personas tampoco. Cuantas veces descubrimos en otros o en nosotros mismos, un valor, una capacidad que no sospechábamos, o todo lo contrario, la decepción de la vileza, de la canallada o de la mezquindad, donde jamás hubiéramos imaginado.

Los relatos que cuento en este libro, no pretenden juzgar ni dejar grabadas moralejas insignes de ningún tipo, solo trato de mostrar esas otras caras ocultas que cada cual guarda dentro de su corazón y que afloran cuando menos lo esperamos.

Fragmento de «La cara oculta del corazón»:

Mi respiración parece paralizarse, veo borroso y todo se mueve a mi alrededor, intento hablar sin poder hacerlo. Un sudor frío me empapa la espalda y la cara. Siento náuseas. Quiero despertar de esta pesadilla demasiado larga, demasiado angustiosa, todo a mi alrededor parece derrumbarse. ¿De qué estoy hecha? De vacío, me respondo mientras resbalo por un tobogán que sisea en mis oídos conforme caigo.

Me abofetean, escucho mi nombre como si me llamaran desde muy lejos: “¡Señorita Muñoz! ¡Señorita Muñoz!” Las formas comienzan a salir de la penumbra. Son cabezas que me rodean. ¡Señorita Muñoz! Esta vez lo escucho más cerca y reconozco la cara redonda del inspector Granados. Un policía joven, de uniforme, me incorpora apoyando mi espalda en su brazo. Estoy tendida en el suelo, me duele la cadera. He debido darme un buen golpe. Una mujer policía me ofrece un vaso de agua y luego me ayudan entre todos a sentarme de nuevo en aquella silla frente a la grabadora para seguir machacándome el cerebro con preguntas. Ahora querrán saber sobre mi vida íntima, sobre mis encuentros con Ramón ¡Qué mierda les importará a ellos mi vida! ¡Qué mierda tiene que ver su muerte conmigo!

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