Bajo el manto de la araña

Libro Bajo el manto de la araña

Todo está controlado, nada escapa de su red.

El banquero Alberto Montoro, aparece apuñalado en un motel. No hay huellas, todo ha sido limpiado meticulosamente, pero las últimas personas que le vieron, aseguran que acabó la noche con una mujer rubia, con una rosa tatuada en uno de sus pechos.

La inspectora Susana Rizos se encargará de la investigación de un crimen que, poco a poco, se irá complicando. Las conexione entre Montoro y una serie de personajes ligados a la delincuencia organizada y a quienes se ocupan de lavar los oscuros negocios de personas relevantes, también están siendo investigados por la fiscal Amparo Fenoll, pero la muerte de Montoro amenaza con obligar a la justicia a archivar el caso.

Se hace urgente encontrar la declaración que el banquero prometió a Fenoll, a cambio de rebajar la pena de cárcel que pesaba contra él, pero esa va a ser una labor complicada para la inspectora Rizos y su equipo de investigadores. La trama es más extensa de lo que en principio pudieron imaginar y los hilos que unen a las personas implicadas, van mucho más allá, tocando incluso la propia vida personal de Susana Rizos.

 

 

 

Fragmento de «Bajo el Manto de la Araña»:

Volvió a mirar la fotografía de la joven y sintió lástima de ella y de quienes, desde hacía tantos años, lloraban su ausencia tan lejos de su casa. Aquella joven risueña que miraba con desenfado a la cámara mientras inmortalizaban su imagen, no pudo intuir que el destino girara su vida hasta el punto de convertirla en lo que era ahora: una prostituta sospechosa de asesinato; una marginal, solitaria y anónima.

«Sonreímos a la cámara, siempre sonreímos. Nos gusta recordarnos felices. Huimos de la tristeza hasta que ésta nos alcanza» pensó. Pasó la mano por el cristal que la separaba de la joven rusa acariciando su frente en la distancia, como si de verdad pudiera tocarla.

La inspectora Rizos habló durante unos minutos con el agente que custodiaba a Milenka Petrova, sentado en la puerta que daba acceso al habitáculo donde se encontraba la mujer herida. Las instrucciones fueron claras y tajantes. Después, se reunió con el médico cerrando la puerta tras de sí. Estaba segura de que la joven seguía corriendo peligro y tenía la urgente necesidad de protegerla hasta que despertara o hasta que se produjera un desenlace fatal.

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